Sí, claro. Crisis de Estado. Hablo de Cataluña. Pero no solo. Rajoy está escenificando la crisis focalizándola exclusivamente en esa cuestión y en la necesidad de generar consensos. Para él no hay más crisis que esa.
Pero es que resulta que confunde la parte con el todo.
Cambiemos su prisma interesado. Y veamos la cuestión catalana como una faceta más de un asunto más grande. De una crisis de legitimidad.
Me da igual el porcentaje: que si es el 49 o el 51% de los catalanes. Como si es el 40 o el 60%... Porque el tema no es cuantitativo, sino cualitativo.
El independentismo en Cataluña es una línea de choque frontal contra la línea de flotación de la Constitución de 1978: afecta, por supuesto, al precepto de unidad nacional, al modelo autonómico y discute el principio de soberanía. Y es crisis de legitimidad porque expresa una profunda discusión y un rechazo muy amplio a ese ordenamiento constitucional por parte de un sector notable de la sociedad civil y las fuerzas políticas.
Pero, como digo, Cataluña no es el todo. Es una parte de una crisis de legitimidad, y subsiguiente crisis de Estado, mucho más amplia. La descomposición del bipartidismo, la corrupción endémica (del poder español y del poder en Cataluña), los déficits democráticos, la erosión de soberanía frente a la UE y la perdida de derechos... Y la crisis económica trastocada en crisis social y escandalosas diferencias, con un volumen crítico de la población en riesgo de pobreza y exclusión... O directamente pobre y excluida.
Sin crisis económica, inmovilismo político y sin erosión del "consenso" del 78 no existiría la cuestión catalana tal y como podemos verla hoy.
¿Qué hacer? Evidentemente caben al menos tres soluciones:
1. Marear con la "segunda transición", algo que dice encarnar Rivera, y que a mediados de los noventa también reclamó Aznar. Es decir: un mero recambio generacional con más de lo mismo. Como bien decía Monedero hace un par de días, uno hace una transición de un sitio a otro... No para quedarnos con lo mismo. Ni cambio ni recambio. Eso se llama perpetuación.
2. Cambiar la democracia por "otra cosa"... Ese es el discurso fascista. Al menos por estos lares, y de momento, no tenemos algo parecido a Amanecer Dorado, pero quién sabe... Su diagnóstico es ese: la democracia es ineficaz. Cambiémosla por otra solución que "funcione". Un cirujano de hierro. Ese es el atractivo del autoritarismo en tiempos de crisis de legitimidades.
3. Frente al inmovilismo y el fascismo, más democracia. La crisis de Estado, de legitimidad y las carencias de democracia sólo se curan con más democracia. Más democracia y más calidad democrática. Y esa salida no pueden encarnarla ni los musmos de siempre ni sus nuevos cachorros. Por eso es necesario Podemos... Y ese es el reto de Podemos.